Notas para pensar la puesta en escena Madama Butterfly
Quienes me conocen saben el gusto especial que tengo por la historia operistica de Cio-Cio-San mejor conocida como Madama Butterfly. A inicios del siglo XX Giacomo Puccini decide llevar a escena el relato de John Luther Long. El texto original y la versión escénica del italiano me han llevado a leer este espectáculo como el clímax producido por la tensión entre dos culturas. Butterfly y el marinero Benjamín Franklin Pinkerton son para mí dos alegorías que materializan el choque entre dos tejidos culturales que producen un tercer sistema de signos personificado en el hijo de ambos. Leyendo la propuesta en clave de género puedo pensar en la dominancia del patriarcado sobre el cuerpo femenino. Al mismo tiempo leo la imposición de una nación "fuerte" que conquista una nación débil femenina. Esta noche tuve la oportunidad de asistir al Segundo Festival Pucciniano de Latinoamerica. Organizado por la Fundación INCANTO, el Teatro Nacional Rubén Darío y la Fundazione Festival Pucciniano. Tuve la oportunidad de presenciar como espectador la propuesta escénica de Madama Butterfly. En primer lugar me gustaría señalar el magistral desempeño de la Orquesta dirigida por Jacopo Sipari Di Pescasseroli. Músicos italianos y nicaragüenses logran fundirse a través de las melodías de la ópera de Puccini. Silencios, acentos, tensiones, diversas atmósferas y sentimientos logran materializarse a través de las notas musicales emitidas desde el foso de la Sala Mayor del TNRD. La puesta en escena de Luca Ramacciotti deja cabos sueltos que se convierten en fracturas escénicas. Dicho de otra manera, puedo leer un espectáculo que no logra enteramente organizar con coherencia los signos escénicos. Por ejemplo, las escenas donde aparecen bailarines resultan innecesarias pues el acento está puesto en los protagonistas. Bailarines y bailarinas entorpecen la construcción visual del espectáculo. El coro por su parte aparece como un punto abarrotado y barroco que se convierte en mancha imprecisa sobre la escena. Del desempeño de sopranos y tenores me gustaría destacar a Elisa Picado como Madama Butterfly. La soprano logra elevadas cuotas de dramatismo en el segundo acto de la ópera. En este acto su voz construye por sí sola. Sin embargo, su cuerpo se queda reducido a tres movimientos básicos que repetirá durante todo el espectáculo. Por otra parte la proyección de su voz es opacada por la orquesta en muchos momentos claves de la ópera. Para mí el mas delicado fue el final inacabado del aria "Un bel Di veldremo", sin contar el dueto de amor del primer acto que fue enrarecido por los bailarines llevando la mirada del espectador hacia esa zona y no manteniendola en el dueto protagonista. Suzuki interpretada por la joven Lizbeth Berrios es una gran demostración de dominio vocal, precisión actoral e interiorizacion del personaje. Sin dudas es el personaje femenino de mayor coherencia. Claudio Ottino en el personaje de Sharples se posiciona en el escenario con gran destreza. Esa que proviene de la experiencia y del ejercicio de ver la actuación operistica como un todo. Lo mismo leo en Pinkerton interpretado por Héctor Mendoza López. Aunque ninguno escapa de un detalle: hacen evidente el contacto visual con el director de orquesta. La escenografía no presenta la clásica fechada de la casa de la Dama Mariposa elaborada en esta puesta en escena de manera realista. Además, se utiliza un mapping que no funciona como herramienta visual contemporánea. El mapping funge como si fuese un telón clásico realista del siglo XIX. El proyecto de entregar al público nacional espectáculos operisticos de alta calidad es un hecho loable, sobre todo si pensamos que en nuestro país no hay una tradición de este género de la escena. Desde mi lectura la propuesta narrativa de Luther Long y la escenificación de Puccini me llevan a pensar en las conjeturas del choque cultural de dos naciones personificadas en un cuerpo femenino y uno masculino. La puesta en escena del Segundo Festival Pucciniano me lleva a reflexionar en la loable tarea de construir público y producto artístico. Producto sobre el que es necesario reflexionar para dar saltos en calidad estética y técnica, pues la ópera es un arte total que exige rigor a sus creadores.